Acompaño a tres cámaras (A, B y C) a grabar una actuación en una sala de Madrid. Imagen y sonido. Yo voy a jugar con mi cámara a oscuras y en automático.
A estuvo en producción de X, un programa mítico de TV. Es casi hiperactiva. B y C reportean en vídeo.
Estos conciertos eran igual cuando yo era joven y no me molestaba tanto el sonido alto. Y eso que ahora ya no hay humo en estos sitios. Entonces yo tampoco notaba el humo.
Algunos bailan, también hoy, 30 años después, como lo hacía entonces mi madre.
A, más de 50. Seguro que baila mejor, pero ha desaparecido con su cámara.
Público (un intento de agotar una sala de conciertos madrileña).
Uno levanta una mano. Pelo cortito por detrás y un pelín tintín. Pero con barba.
Pareja que toca la guitarra de aire al compás y a duo. Pasados los 30.
20 más yo.
Barra con palmeritas de atrezzo.
El cantante lleva la barbita que está ahora de moda y un poquitín de tonsura en su pelo rizado, dejando ver un poquito de cartón al muy entregado respetable.
No me siento demasiado fuera de sitio.
Luces, humo y ruido no han cambiado. Yo sí. Otros también.
Una chica ha llegado con una bolsa de chuches y ha sido la sensación de la pandi.
Pantaloncito y manga larga, gafas de pasta de color clarito y a rayas, la recibe.
Varias calvitas.
Viene B. y lo twitea.
Dos tíos están con el móvil, codo con codo. Uno ha estado dándose el pico con una tía un buen rato. Hasta que ha llegado el barbas del otro. Y la tía ha desaparecido. Era la que traía las chuches.
Una pareja ha simulado un pasodoble con una de estas canciones que no tienen paso. Y lo han dejado para comerse el cuello.
C. deja su cámara para salir a fumarse un cigarro. Tiene que permitir que se enfríe porque no consiente la cámara grabar cuando se calienta. No es una cámara específica para vídeo.
Sigue tintín dando saltos con la mano al aire. Casi siempre la derecha.
Tras el descanso, el cantante se ha puesto un polo negro con la banderita en los bordes. Puntito facha? Ahí lo dejo. No lo juro. Casi seguro que no.
Detrás de mí, en la barra, pareja de señores pasados de 30. Old school.
Absurdas leyes de este puto país (dice el cantante). Al entrar hemos estado con una chicas de 16 años en la puerta, con el disco para que se lo dedicásemos: pero no pueden pasar al concierto.
El técnico de sonido lleva cascos (seguro que de protección) y whatsapp (por el tipo de pulgareo que gasta).
Mi madre sigue bailando en el cuerpo de B.
Las luces siguen siendo cañones desde arriba, sobre todo cañones rojos, pero también hay de todos los colores. Incluso celeste y azul pitufo intenso.
Queremos complaceros a todos (dice el cantante), pero también a nosotros. Tenemos muchos discos y hemos elegido ésta canción ahora. Más de medio concierto de final de gira son bises.
Al cantante, con el sudor el cartón se le ve más. Por cierto.
El barbas recibe un beso de una chica que se va. Suspende el whatsapp el tiempo justo de decir ¿te vas? y regresa a su móvil. No lo ha sentido de verdad.
Dedicatoria final a Lucía, de su novia. Se me había olvidado (dice el cantante). No me costaba nada decirlo. Ahora me siento mejor.
Regresa A. Entre todo lo grabado montará, cree, cuatro temas para su web.
La conversación post-concierto durará un par de horas más, incluido el retorno en bus y una cervecita invitada y discutida. La noche ha sido un éxito.
Si no fos per algun que altre "cartró" i pels que ballen com ho feien les mares fa 30 anys, és com si el temps no hagués passat.
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