miércoles, 12 de junio de 2013

Nacho...

Nacho sale estos días a las tres del cole. La chica que los lleva de vuelta a casa (Nacho lleva detrás a un hermano mayor y una hermana mediana y un hermano más pequeño que él todavía) tiembla con Nacho. Los mayores son extremadamente educados. El pequeño va atado en su carrito. Nacho pasea sus gloriosos cuatro años por todo el autobús. Nacho despliega su natural desparpajo por el largo autobús articulado como hacen los ovillos entre las zarpas de un bebe felino. Nacho despierta a quienes volvemos a casa después de toda la mañana de aguantar jefes, clientes y compañeros. 

La semana pasada ocupó un asiento justo detrás de donde iba yo derecho. Y empezó a empujarme: ¡Señor, Señor, que no me dejas ver! La chica y los hermanos mayores acudieron a frenar el vuelo desbocado de Nacho. Yo me volví sonriendo y le dije: Puedes ver por las ventanas. Respiró la chica. Los hermanos agarraron a Nacho: ¡Deja en paz al Señor, Nacho! Yo le pregunté qué era eso que quería ver con tanto afán. La calle, me dijo sonriendo como sólo sabemos hacerlo a los cuatro años. Nacho y el Señor fueron los protagonistas del autobús durante el recorrido entre cinco paradas. Me cambié de sitio (un asiento libre junto a la puerta) y Nacho me siguió. Me preguntó qué leía. Me confesó que él todavía no sabía leer. ¿Qué pone? No le quise explicar mucho (estoy ahora con el extranjero de Camus). Odio los saludos de chocar las manos, pero le ofrecí el gesto y Nacho se sintió encantando de poder golpear mi mano con la suya. Me llamo Nacho. Me pidió disculpas la chica. Ha sido un placer, le contesté.


Hoy ha venido, detrás de su sonrisa, dispuesto a no dejarme leer otra vez. Se ha sentado a mi lado. Los hermanos han comprobado mi aprobación y, respirando en paz, se han sentado no demasiado lejos. Me ha contado que no han acabado el cole aún porque todavía van a natación los mayores y él. Quería leer. No sabe. Le he ofrecido dibujar en mi libreta y se ha dibujado a sí mismo, con pelo, once dedos (luego hemos camuflado uno como si fuera una cuerdecita), una camiseta roja y una sonrisa encantadora. Ya que el retrato era suyo, debajo ha escrito con unos trazos deliciosamente extraños NACHO. Y, ante mi frustración, ha arrancado la hoja para llevárselo. Y a mí, ¿no me vas a dibujar uno? Claro. Sin aspavientos ha vuelto a empezar un dibujo como el que acababa de hacer (parece tener la experiencia de Durero en los autorretratos). Pero ha llegado su parada. Y nuestro choque de palmas de consolación. 



8 comentarios:

  1. M'ha encantat aquesta narració urbana amb el tàndem genial format pel petit Durero i l'amable senyor

    Continuarà?... Estaria bé seguir l'evolució dels autoretrats i de les trobades entre el Nacho i el cavaller (perdó!: el senyor) dins de l'autobús.

    Magnífic!

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  2. Gràcies, Síc: jo també espero trobar aquest pintor un altre dia!

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  3. Escribe usted muy bonito.

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  4. Oh! cavaliere!! quina sort aquest senyor de trobar aquestes companyies i quina sort que té el Nacho de trobar un senyor que no el renyi ni s'enfadi amb ell, que li obri la porta al món dels llibres i sobretot que li obri la seva llibreta i li permeti fer-hi una obra d'art!!! I encara més sobretot, algú que li faci cas!! ser el tercer de quatre, i amb els dos germans grans tan educats, no ha de ser gens senzill!

    tant de bo les trobades continuïn i ens les continuïs explicant així de bé!!

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  5. A quedat dipositada a la seva llibreteta un retrat amb un preciós somriure.
    Sens dubte,la millor radiografia és través de la mirada d'un nen.
    Que bonic "senyor cavaliere" !!!!! El millor record d'un itinerari d'aquesta magnitud, és que ve de gust saber si hi haurà "propera parada"!!!!
    M'ha encantat ... i el següent !!!!

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    1. el somriure del Nacho està clavat...
      jo també espere que li vinga de gust
      al destí tornar a juntar-nos
      i al meu durero acabar el retrato...

      ma mare diu que "no hay dos sin tres"...

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