lunes, 26 de agosto de 2013

icr estuvo aquí...


Esta mañana he recibido esta postal:


Me gustan las postales. Y me las envío cuando viajo. Y me encanta haberme acordado de mí cuando las recibo. Puntito Juan Palomo, yo me lo guiso y le pongo un sello...
Esta la elegí precisamente porque no íbamos a visitar este templo. Selinunte era una de las recomendaciones que los amigos nos habían encarecidamente hecho. Las opciones alternativas eran menos de mi agrado, es cierto, pero no tenía especial interés en este templo. Piedras rotas, siempre he dicho.
El tema es la riña en los viajes.
Con la familia siempre he discutido, por lo que no recuerdo con especial detalle las discusiones durante los pocos viajes que he hecho con ellos (por el mismo motivo que no recuerdo especialmente las broncas domiciliarias, tan cotidianas y sin consecuencias, pura vida compartida). Pero en el resto de viajes siempre he tenido un rato destinado al enfado, a la crisis profunda y a la rotura de la comunicación tras estirarla mucho. Con la pareja, con amigos, con compañeros de internado...
¿Cómo me hubiese perdonado Sicilia si la hubiese ninguneado evitándole un capítulo de tensión emocional, de discusión gratuita, de "nos vamos a clavar todos los puñales que encontremos sobre la mesa"?
No fuimos a Selinunte, lo cambiamos por cualquier otro sitio. Igual que me empeñé en ir lo hice con no ir.
Varios días después, en Catania, encontré la postal y me acordé de mí, y le puse su sello. 

De Catania me llegó otra, hace días, de quienes me acompañaban en el viaje, un rito bonito compartido.


La había elegido yo en Agrigento, aunque también la enviaron desde Catania, con una referencia que no voy a repetir al mercado instalado bajo nuestro hotel, con alusión a mis gustos perversos y desmedidos hacia los todo-a-cienes que en el mundo han sido. Salgo y viajo poco. Me contento fácil y asequible.

En Agrigento me acordé tambien de mí y me envié esta otra, con un templo que sí visitamos y un olivo bajo el que nos refrescamos un ratito.


Impresionan las dos: estar entre las columnas que acogieron las preces de "griegos por el mundo" hace algunos miles de años y estar entre las ramas de un olivo retorcido, también muy viejo, en una isla que ha tenido la urbe más grande de la antigüedad (Siracusa, icr también estuvo allí) y ha sido la inspiración de películas inolvidables y comisarios graciosos (la siguiente postal es de donde el forense de Montalbano acude a jugar a las cartas y a sufrir las interrupciones del comisario de Camilleri).


Es el Circolo di Conversazione, en la parte reconstruida de Ragusa, que parece que es la parte antigua pero es más moderna que la otra, pero también es una pasada de pueblo, y el Duomo es precioso, y pasear por sus calles a cuarenta grados es una gozada...


Y de postales, salvo error y/o omisión, me queda una más, 

en representación de las doce que compré por dos euros en la Villa Romana del Casale, en Piazza Armerina, que es una casa que se ha conservado estupendamente porque estuvo sepultada setecientos años por el lodo que se escurrió de la montaña sobre ella (o algo así creí entender de las guías), y que perteneció a un emperador de Roma o alguién de esa "calaña", pues resulta un exceso hasta para los muy ricos de aquella época, según las crónicas, y que es famosa por estas chicas de biquinis, que son en realidad los mosaicos del suelo de una de las cincuenta y tantas salas que conservan los mosaicos originales de entonces, y que no son ni mucho menos las mejores muestras (estas chicas pintorescas) de una maestría exagerada en la representación con teselitas de mármol de figuras humanas, de animales (la escena de caza que cubre el pasillo que daba acceso a la  basílica donde el señor de la casa recibía las visitas de poderosos y sus séquitos, y las delegaciones, y los emisarios, etc., reúne todos los animales salvajes conocidos en la época, desde leones que son capturados hasta leopardos que comen antílopes y elefantes que son transportados por esclavos hasta los circos del imperio...), de los dioses del olimpo, de los habitantes de los mares, de niños jugando...

1 comentario:

  1. Mentre escric el comentari sento l'orquestra di Piazza Vittorio (mentre et llegia, ja ho he fet amb la Rita i el Franco). Aquesta música, la de l'orquestra, em segueix recordant vagament els boleros mallorquins; deu ser cosa de la Mediterrània...

    Quina enveja de viatge i quin trajín de postals. És cert que els viatges són uns excel·lents medidors de l'aguant i la paciència: ho vaig experimentar bastant durant la joventud. Ara, les coses (i sobretot, jo) ja s'han calmat i la sang no arriba mai al riu.

    Ah, i també sóc molt de todo-a-cienes, mercadillos, rastros, paradetes i fricades en general. Deu ser que també viatjo i surto poc...

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