Introduces una breve modificación en tu diminuto universo de transporte público: hoy
enlazas con el 29. Una ocasión especial, qué ironía, ir al dentista a que reparen el paso del tiempo por tu quijada. Ya lo has hecho antes, lo de añadir periplos a tus paseos.
Y antes ya has pasado por delante de la puerta de L. (MD. según aquel tribunal
familiar que te juzgó culpable entonces). Y antes ya has pensado en los casi 25 años que hace que esa historia
contempló el fotograma de FIN (acabar, lo sabes ahora, ya crecidito y decrépito, siempre es otra cosa). Y, cuando L. – MD. sube
en la parada de su casa, y su sombra cruza el pasillo de este universo paralelo
al tuyo en que hoy navegas, piensas qué asco da la vida cuando el tiempo destroza
la belleza, cuando los años se entretienen mancillando a la más bella nuera que
tuvo tu padre, cuando aquella que iluminó el final de los 80 ha asumido la media
centena así, sin brillo. Y aprovechas que se abre la puerta en una parada cualquiera
para bajarte, apearte del sueño, aunque faltan varias avenidas que cruzar, esperando
que ella no te haya visto... Aunque es cierto que te da igual si ella también
ha hecho como que no ha notado la vibración que vuestra cercanía siempre
produjo en los tejidos del tiempo, en la comisura de vuestras bocas y en los
botones de vuestra ropa. Es mejor el calor de la tarde, y esperar el siguiente
universo, que certificar con el saludo, incluso con un mero y tácito y simple reconocimiento,
que sí han pasado veinticinco tacos. Tantos. Tan llenos. Tan perversos con lo
que fue perfecto. Tan inmisericordes. Tan mentecatos.
Cavaliere, és un text preciós...i molt trist.
ResponderEliminaranar al "sacamuelas" és així, depriment, i caríssim!
EliminarEl passat sempre torna. O això diuen.
ResponderEliminaroh, no, sispli, una altra vegada, nooooooooo!
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