martes, 27 de septiembre de 2016

una de prejuicios

Es esta una crónica de mis prejuicios y de libros y personal de la EMT.

Subiendo y bajando de autobuses, yendo de mi casa a mis asuntos,

y viceversa, voy a ratos observando el mundo desde mi caballo rojo.

Es raro, prejuzgo, ver leer páginas sin fútbol a un autobusero,

como raro es un taxista con radio y sin cope (haberlos haylos, no obstante)
en este pueblo mío del 'des-agüe' del Turia.

También es prejuicio, sostengo, que cuando se juntan varios de ellos su oficio

es la protesta del fútbol y los impuestos, aunque predomina, con harta frecuencia,
el requiebro de jovencitas o maduras hembras, ora con criterios filosóficos
de profesor universitario de estética, ora de biología aplicada.

Difícil ha de ser, juzgo de nuevo, parece oficio de machos de etnológico,

conducir las moles articuladas de este constante universo circular mío:
por su tamaño, la peña que subimos o los jefes (todo con eñe, sí, no yerro).

Mi universo tiene paradas largas, tres o cuatro, de regulación del tráfico,

y éstas justifican, infiero, los arriba expuestos pasatiempos de conductor...

El de hoy, de barba nueva y gafas de sol y tatuaje, venía con un libro.


De los del tipo de tapa dura negra y sobrecubierta ilustrada guardada en casa,

porque no es cómodo cargar con ella, porque que se arruga y estorba.

Iba armado, además, con un lápiz también negro con el que subrayar,

y el encuentro de libro y macho  ha sido serio y concienzudo y pausado y gozoso,
prejuzgo de nuevo, por la concentración y escasa atención al pasaje del segundo.

Los cuatro o cinco minutos que ha durado la parada en el cruce hacia el puerto,

con el sol de mediodía cayendo fuera sobre el aire acondicionado dentro,
han proporcionado una tórrida escena de intimidad absoluta y cópula explícita
entre el tráfago de coches y usuarios y ciclista y clientes del bar de al lado.

No sé qué libro era ni reconoceré más tarde al tatuado lector con gafas de sol,

mas tendré, ya la sufro, envidia del lápiz que, negro y afilado sobre el volante,
ha dejado lineal constancia y huellas del encuentro de ojos y palabras.

Ha sonado el timbre del control de tráfico, avisando e interrumpiendo,

y con la naturalidad de la costumbre nuestro héroe ha reemprendido el viaje.

Da gusto presenciar estas pequeñas victorias entre semáforos.


(foto tomada en la catedral de Oviedo en agosto de 2016)

jueves, 1 de septiembre de 2016

Bonjour tristesse

TRISTEZA

A minha tristeza
não é a do lavrador sem terra.

A minha tristeza
é a do astrónomo cego.

Mia Couto, Tradutor de chuvas. Caminho, 2011. Página 39


Hay una amiga que dice que sabe por qué estoy triste,
que me había ilusionado y se me ha roto mi juguete, 
que poner la esperanza en el mundo siempre defrauda...

Olvida ella que mi esperanza 
no está en personas sino en el cambio,
en que por fin venga el respeto, 
en que a los pobres les llegue su hora,
en que se acabe el cinismo de los fuertes, 
en que venga el Reino, que dice ella,
y el león coma junto a la oveja 
y las víboras no se coman las ranas de mi charco... 

Sí es cierto que pensé que iba a amanecer para los últimos,
que puse mi ilusión en unos votos
(aunque no fue en los parecidos al mío sino en los de todos),
que pensé que todos juntos íbamos a empezar el camino
para avanzar construyendo desde el diálogo,
para desanudar las gargantas de los ahogados,
para consolar a los afligidos...

Estoy triste porque parece que pobres vamos a tener siempre,
porque saca tajada quien estupra, prevarica y roba,
porque el sol sigue luciendo sobre cualquiera
 aunque le dé mucha vergüenza,
porque el hambre sigue siendo el Reino para los pobres
y el cinismo sigue siendo el idioma de los fuertes.