martes, 21 de septiembre de 2010

El suplicio de las moscas (selección)

Elias Canetti
El suplicio de las moscas
Traducido del alemán por Cristina García Ohlrich:

Nunca se odia uno tanto como cuando siente que ha dado en vano lo mejor de sí, y entonces, sólo entonces, desea realmente morir.
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Hay que elegir entre el amor o la justicia. Yo no puedo, yo quiero las dos cosas.
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Algunas palabras tienen tantos sentidos que vale la pena haber vivido sólo para conocerlas.
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No tiene a nadie a quien rogar misericordia. ¡El arrogante descreído!
No puede arrodillarse ante nadie: esa es su cruz.
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La responsabilidad del mudo. Una novela.
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Se aprende de memoria ciudades enteras antes de verlas. Ama los nombres de las calles que aún no conoce. Sueña con ellas, los nombres siempre están más vivos que los propios lugares.
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Resulta casi imposible conocer a una persona hasta el punto de poder respetarla siempre. La mayor parte de las veces se la conoce demasiado poco, y a menudo demasiado bien. Quien fuese capaz de llegar en su conocimiento de los demás hasta el punto adecuado y lograra detenerse allí, encontraría un apoyo en ellos.
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La fortuna de los expulsados es aquel lugar mejor del cual proceden. Para ellos será siempre mejor. Su desgracia comienza cuando regresan a él y lo encuentran tal y como lo perdieron, traicionando así el brillo de sus recuerdos.
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'Eraritjaritjaka' — una expresión poética arcaica en lengua aranda, significa "rebosante de deseo por algo que se ha perdido".
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"La vida no es importante. Todos tus esclavos viven, todos los animales."
Séneca, ¡lamentable!
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Aversión a la teoría evolucionista. Cada vez que me tropiezo con ella siento una especie de parálisis. Me resulta tan poco creíble como la teoría de una creación y, en cualquier caso, menos brillante.
Todo es remitido a enormes lapsos de tiempo, a intervalos que jamás seremos capaces de imaginar. Como resorte que garantiza la aptitud de nuevas formas se cita la supervivencia, de forma que la muerte en masa se convierte en algo útil. Para que surja algo nuevo ha de sucumbir una infinita cantidad de vida, una idea monstruosa que en realidad procede del ámbito del poder.
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La historia más terrible la encontré hoy en las memorias de una mujer, Misia Sert. La llamo Suplicio de las moscas y la transcribo literalmente:
"Una de mis compañeras de habitación había llegado a dominar el arte de cazar moscas. Tras estudiar pacientemente a estos animales, descubrió el punto exacto en el que había que introducir la aguja para ensartarlas sin que murieran. De este modo confeccionaba collares de moscas vivas y se extasiaba con la celestial sensación que el roce de las desesperadas patitas y las temblorosas alas producía en su piel."

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